Contando las horas

Estaba contando las horas para que terminara el día. La tarde transcurrió sin que pasara nada significativo, todo con la misma rutina que me habían estado haciendo: controlando la temperatura, sacando sangre, preguntando cómo me sentía y mirando las sábanas para ver si había manchado. Todo parecía en orden.

De nuevo visita

Volvió la visita de la tarde y otra vez tuve las mismas noticias de los niños. No había nada relevante ni nada que contarme distinto a lo que me había dicho en la mañana. Le pedí a mi marido que me buscara un ‘sacaleche’; tenía claro que sería fundamental para ellos y que la lactancia materna sería de gran ayuda.

Una de las enfermeras me contó que en Prenatal alquilaban unos sacaleches dobles como los que tenían de uso hospitalario, y que como iba a estar en el hospital durante todo el día, utilizaría los de allí, y luego en casa, tendría el que alquilase, el mismo que en el hospital, y así tendría más tiempo para descansar, sobretodo de madrugada, al ser mucho mejor y rápido que los convencionales.

Me quedé dormida

Después de la visita, me quedé un rato dormida, la tensión no me dejaba descansar y estaba rendida. Cuando desperté tenía unos Whatsapp de mi marido donde me había enviado unas fotos, no eran los niños, pero si era una pizarra que esta sobre las incubadoras con su nombre, fecha de nacimiento y el número de nido.

foto pizarra nombre de los niños

Yo le conteste le conteste con esta foto donde tenía las pulseras de los niños “son míos, aquí lo pone” es la única foto que tengo de mi estancia en la URPA.

pulseras con los nombres de los niños

Volvió la noche

Con suerte volvió la noche, con ella de nuevo los pitos y ruidos en un silencio atronador. Esa noche dormí muy nerviosa, me desperté muchas veces con pesadillas, fue desesperante. Entre mis despertares y las enfermeras cuando venían a realizar los controles, dormí bien poco. Estaba agotada. Quería salir de allí ya, que todo fuera un mal sueño, que todo hubiera sido una mala pesadilla y despertar sobresaltada en mi cama. Pero no, no era así. Seguía en aquella cama sin apenas poder moverme.

Como el día anterior cuando se acercaban las 8:00 volvían con la rutina de dejar todo bien para el cambio de turno.

Sáquenme de aquí

Ya no podía más, ¡sáquenme de aquí! gritaba mi mente, mi paciencia llegaba al límite, era lunes 8 de agosto, y mis niños habían nacido el 6 y no los había visto, no había podido tocar sus caritas.

Me habían vuelto a bañar en la cama y otra vez mucho dolor al quitar la bolsa de 3 kilos; lo bueno es que no la volvieron a poner.

Llegaron médicos, esta vez no eran los anestesistas de la URPA, era una ginecóloga con 4/5 residentes. “¿Hola? Si soy yo la clase práctica de hoy” -pensé-. Me explicarían que iban a quitar la gasa que tenía en la vagina, yo no tenía ni idea, y que iban a sacar un poco de líquido del balón de Backi y esperar una hora y dos para volver a quitar el resto del líquido y sacar el susodicho.

Mientras la ginecóloga adjunta daba instrucciones de cómo tirar de la gasa, el residente iba haciéndolo -pero cuánta gasa tengo ahí dentro-. “Madre mía, ni los magos sacan tantos pañuelos”, les dije entre nervios, miedo y angustia en ver si decían que todo estaban bien y las cinco cabezas miraban. Sangre un poco al quitarme la gasa, pero fue lo que quedaba residual parecía. Ahora turno de otro residente, sacar líquido del balón, (sacan el líquido gradualmente para que vaya disminuyendo la presión dentro del útero y ver en un espacio de tiempo que no volvía la hemorragia) parecía estar todo bien, pero había que esperar.

Manzanilla bendita

Después de días sin comer ni beber nada, me traen una bendita manzanilla, me pareció estar tomando el mayor de los manjares, tenía que tomar poco a poco y ver si toleraba bien la ingesta.

Vino el doctor de la URPA, me dijo, que si cuando quitaran los ginecólogos el balón de Backi estaba todo bien, me iría para la habitación, que me iban a administrar hierro en la vía central porque seguía con mucha anemia por la pérdida de sangre y que me pondrían 2 botes. “¿Me puedo levantar?” -le pregunté-, “no, aún no puedes, cuando llegues a la habitación y con ayuda, cuando te quiten el balón, también quitaremos la vía arterial y la sonda para que te lleven a la habitación”.

Las horas más largas de la historia, puede preguntar en bucle tropecientas veces cuando iban a venir a verme de nuevo, y me llevaran a la habitación. Gracias a los médicos que me atendieron y el trabajo que hicieron todo salió bien, las 5 cabezas de residentes volvieron a mirarme como juguete de prácticas y quitaron todo el líquido del balón y lo sacaron, había ido bien. Me salvaron el útero, se había detenido la hemorragia.

#lavidadeunprematuro