La noche del ecógrafo

La noche del ecógrafo comenzó rara. Esa noche, comencé con un ligero dolor lumbar y con presión en la vejiga que me hacía ir continuamente al baño. Lo que pensaba, era que me dolía la espalda, pero después del baño volvía a la cama, lograba dormirme pero me despertaba el dolor lumbar y no lograba encontrar la postura en la que consiguiera estar cómoda y sin molestias.

El timbre

A eso de las 7:00 am de ese 06 de agosto, después de tantas idas y venidas al baño, tomé la decisión de tocar el timbre para llamar a la enfermera porque ya ese dolor lumbar era más intenso y a su vez iba notando un pellizco en un punto localizado de la barriga. Estaba asustada, eran contracciones, estaba segura.

Vino la enfermera y la matrona que estaba de guardia esa noche y le conté lo que me pasaba. Sin explorarme, ponerme un registro y sin ni siquiera tomarme en cuenta, me dijo “lo que me cuentas de la espalda es molimiento de estar tanto tiempo en reposo y lo de la barriga serán gases, no son contracciones; las contracciones no ponen solo un punto de la barriga dura, la pone toda”, y se marcharon.

Sola y asustada

Y allí en mi habitación con vistas al mar, me quedé sola y asustada, para rematar habían cerrado la puerta completa al salir y eso me ponía de los nervios. Seguía el dolor lumbar y seguían esos pellizcos localizados y tenía claro, clarito que eran contracciones. Sí, las malditas contracciones.

No podía ser, tenia 25+6 semanas de gestación, era pronto, demasiado pronto. No habían pasado ni 24 horas de ir al ecógrafo donde habían dicho que había que ser cautos. No podía ser, no, no. Mi cabeza no paraba, ¡ay Dios mío!

Contracciones la noche del ecógrafo

Cambio de turno

Espere al cambio de turno a las 8:00 am y volví a tocar el timbre. Vino la enfermera, le volví a contar lo que me pasaba y volvió con la matrona que había entrado en el cambio de turno. Sentí un alivio inmenso al ver que no era la repelente anterior. Esta se llamaba Rocio, bendita ella. Me dijo que para quedarnos tranquilas me iba a poner un registro a ver qué pasaba. Pues bien, como ya sospechaba, ni era dolor de espalda, ni eran gases; eran las malditas y temidas contracciones y para colmo, había dinámica.

Protocolo de parto prematuro

La matrona, ginecólogos de guardia y enfermeras se ponían manos a la obra y entre vías, analítica, suero, antibiótico y el Atosiban (es un medicamento que inhibe las contracciones), llamé a mi marido y le dije:  “Ven, tengo contracciones”. Podrán imaginar que Speedy Gonzales a su lado no era nadie de lo rápido que se presentó en la habitación con vistas al mar. Allí seguí con el registro y la medicación puesta. Durante la mañana, las contracciones iban cesando y me quitaron el registro y más tarde se volvería a poner, me exploraron, todo estaba bien y el cuello del útero estaba largo. Durante todo el tiempo Rocio, no dejaba de venir, preguntarme y preocuparse por nosotros, estuvo comprometida al 100%.

La hora del almuerzo

Para eso de la 13:30 que es cuando suelen traer el almuerzo, también había llegado mi madre, los dos residentes de guardia habían pasado por la habitación y me habían dicho que la medicación estaba haciendo y las contracciones remitiendo por lo que habían visto en el registro y que podía comer. Ese sábado, porque era sábado, había de comer arroz amarillo, era mi comida favorita del hospital, pero no quise comer, mire a mi marido y le dije, “Ale si como no me van a poder poner la anestesia si fuera necesario y las contracciones no se han ido del todo”. Intente descansar un poco, pero las contracciones volvieron, cada vez más fuertes y rítmicas, tenía que anotarlas:

El registrovla noche del ecógrafo

14:10

14:35

14:42

14:54

14:59

15:05

15:09

15:16

15:22

15:28

15:33

15:36

Empezaron a ser constantes y dolorosas, Rocio me decía que tranquila que en un rato me volvían a poner el registro y que si necesitaba algo, “sí, algo que me quite el dolor” y ella con una sonrisa me contestó, “lo que te quita el dolor es la epidural o parir y eso no querrás que pase”.

Entre contracción y contracción agarraba la mano de mi marido, y aterrada le dije llorando, “quieren salir” pero no podía hacer más que retorcerme de dolor.

La exploración

A eso de las 17:00 me vino a buscar de nuevo Rocio para llevarme al despacho donde me iba volver a explorar la Gine y ver que aunque tuviera contracciones el cuello del útero seguía largo y los bebés estaban bien, fui caminado, solo me faltó ponerme las manos entre las piernas para no tener esa sensación de pérdida. Me subí en la camilla con una pierna para cada lado la Gine residente se dispuso a realizarme un tacto; jamás podré olvidar la cara de esa chica al ver como sus ojos se abrían como platos y le decía a la otra residente “completa” a lo que contestó “imposible” esta se puse un guante y lo siguiente fue “llama a la Gine adjunta (no recuerdo el nombre) dile que venga YA”.

Entré en estado de shock, de verdad, tengo flashes de esos momentos; de repente en esa habitación de no más de 6/7 metros cuadrados habían 10 personas, “nos vamos a quirófano” fue lo siguiente que recuerdo escuchar. Todas estaban encima de mi, más vías, me cortaron el camisón “no hay tiempo para más, nos vamos ya” la verdad es que no se cómo llegué a mi cama que estaba preparada por fuera de la consulta y con mi madre y mi marido al lado que no daban crédito ni sabían lo que pasaba, solo le dijeron “nos la llevamos a quirófano a una cesárea de urgencia” yo no podía parar de llorar mientras me llevaban corriendo por aquel pasillo con mi marido intentando seguir el ritmo que llevaban los sanitarios y decían “no empujes Davinia, no empujes”.

Eso que sale en las películas, la cámara mirando al techo y ver las luces pasar con rapidez, pues es real, yo lo viví.

El quirófano

De repente ya no volví a ver a mi marido y tenía que pasarme a una camilla, la del quirófano, yo no paraba de llorar y no quería hacer ningún esfuerzo, me ayudaron a pasar y me dejaron sentada para ponerme la epidural mientras un celador me agarraba la mano y acariciaba el pelo intentando tranquilizarme, la epidural me dolía, me hacía saltar la pierna y desistieron, “anestesia general ya” decía la ginecóloga, yo no sabía dónde mirar, qué hacer, no podía estar pasando, no. Me pusieron una mascarilla “respira con fuerza” me decían y noté un frío terrible en la barriga “estoy pintando” dijo otra, me estaban poniendo betadine o lo que fuera, yo no paraba de decir, “por favor, salven a los niños, por favor”, otra voz dijo “bisturí”, “estoy despierta”, dije y se hizo el silencio.

#lavidadeunprematuro