La UCIN es oscuridad

La entrada a la UCIN (Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales) es oscuridad, eso sentimos cuando entramos en un box con 3 puestos de incubadora, en el cual, mis niños estaban a la izquierda: Eduardo pegado a la puerta en el nido 6 y Alejandro junto a la ventana con el nido 5. Recuerdo una sensación de miedo, confusión, incertidumbre, desconocimiento y algo de alivio al estar allí además, de mi tremendo dolor de cabeza que cada vez se hacía más complicado estar en posición vertical.

Vino un enfermero, se llamaba Ricardo. Es paciente, calmado y con una voz tremendamente tranquilizadora y se dirigió a nosotros. “¡Ya pudiste venir!” -exclamó-. Tenía una batería de preguntas que hacerle pero no pude hablar; solo llorar.

Alejandro

Ricardo se dirigió hasta la incubadora de Alejandro y abrió una de las ventanitas y nos empezó a contar el estado de en el que se encontraba. “Está estable, le estamos administrando el surfactante para sus pulmones y está respondiendo bien, hay que tener paciencia, ellos van muy despacio pero son todo terreno. No te asustes con tanto cable, todo lo que le ves tiene un motivo y es para que podamos controlar que está bien y queda reflejado en el ordenador”.

¡Dios mío! Me daba miedo hasta respirar en aquella sala, me dijo que podía tocarlo por la ventanita, que no pasaba nada. No podía parar de llorar, no se podía ver bien, la incubadora estaba empañada, lo bueno de estar en la silla de ruedas es que casi quedaba a su altura de esa ventanita; al acercar la mano pude notar como salía calor de allí dentro. Tenía unas gafitas puestas para evitar la claridad y la luz ultravioleta que tenía por la ictericia. Le toqué su diminuta manita, parecía que podía hacerle hasta daño con lo fina que tenía la piel y le dije que todo saldría bien, que tenía que ser fuerte y luchar, que podríamos con esto y que sentía no haber podido ir antes. Cerré la incubadora y vi un aparato delante de la incubadora que no tenía Eduardo que sonaba como una pecera, pregunté qué era. Amablemente Ricardo nos contestó que era una máquina que drenaba el neumotorax, aire que tenía Ale en el pulmón.

Alejandro UCIN

Eduardo

Ricardo volvió a hacer lo mismo pero esta vez en la incubadora de Eduardo. “Está más o menos como el hermanito, aunque un poquito más delicadito, necesita algo más de ayuda para poder respirar, pero también va respondiendo. Dentro de lo que cabe, lo están haciendo muy bien”, me acerqué y también metí la mano en la incubadora para poder tocar su manita. «Lo siento mucho» -farfullé-, casi sin poder articular palabra y le dije que luchara, que tenía que hacerlo y que tenía que quedarse. Me sentí culpable, culpable de todo lo que estaba pasando y culpable de todo lo que había pasado sin líquido dentro de la barriga durante casi un mes. Él también tenía una máquina diferente a las que tenía Alejandro,  y pregunté qué era. “Le ayuda a poder respirar mejor bombeando el pecho”, respondió.

Eduardo UCIN

A descansar en la habitación

Ricardo me dijo que me fuera a descansar a la habitación, que debería de haberme quedado en la cama hasta que estuviera mejor, que mira cómo estaba. El pobre tendría que verme fatal, porque no yo dejaba de apretarme la cabeza para poder aliviar la presión. Dijo que él estaba allí para cuidar de mis niños que cualquier cosa me avisarían. No quería separarme de ellos pero tenia que ir a la cama y ponerme en posición horizontal o me iba a volver loca, el dolor era tan fuerte que me hacía desfallecer y el llorar no ayudaba nada de nada.

Mi marido comenzó a empujarme para volver a la habitación con vistas al mar y la verdad que no pude hablar ni decir nada, solo llorar. El dolor de cabeza, el dolor de verlos así de malitos y el dolor de no poder hacer nada por ellos era terrible. Aquella vuelta se hizo muy larga, dura y dolorosa. Otra vez el pasillo de cuidados medios hasta llegar a la puerta del paritario, para pasar por la gente que estaba por fuera de los quirófanos, y que esta vez les falto llorar conmigo, hasta llegar de nuevo a la habitación, donde ya solo quería acostarme para que se pasaran todos los dolores, el físico y el mental.

Horrorosa realidad

En aquel momento no era capaz de calibrar ni darme cuenta de toda esa horrososa realidad que hoy puedo interiorizar o incluso, con mucho dolor, escribir. El escenario de entrar en una UCI Neonatal con unas incubadoras llenas de monitores y máquinas por todos lados, pitos, alarmas, sonidos desconocidos, mis bebés de 800 y 900 gramos entubados, llenos de vías, tubos y sondas, palabrotas médicas que jamas había escuchado, surfactante, neumotorax, ventilación mecánica, saturación, hiperbilirrubinemia, fototerapia… te pega de pleno y te deja en un estado de shock tan grande que todo lo que quería preguntar, decir o hacer se había esfumado. No comprendí el estado de gravedad en el que se encontraban los niños, ni tampoco, reaccionar ante tal fatídico escenario en el que nos encontrábamos. Estábamos consternados.

#lavidadeunprematuro