Sumando días
Y por suerte pasaban los días y las noches, y así podíamos ir sumando días y semanas a la gestación. Como decía el Dr. Trabado, un día más dentro es un día más sumado, el mismo que llegó a decirme entre risas y fiestas que era como la oxitocina, que enviaba a todas mis compañeras a paritario y por eso me dejaban sola 😊.
Temidas 24 semanas
Poco a poco habíamos llegado a las temidas 24 semanas de gestación, las mínimas que nos habíamos puesto de meta, ya sabíamos que si me ponía de parto, había un protocolo de reanimación y que había un 70% de probabilidades de supervivencia. Siguiente meta: las 28 semanas de gestación, con estas semanas sabíamos que se minimizaban muchos las secuelas y por tanto que los bebés sobrevivieran.
Tiempo
Recuerdo alguien que me visitó que me dijo ‘¿no te desesperas y aburres de estar tanto tiempo aquí acostada sin poder hacer nada?’ Mi respuesta fue clara: tiempo, eso es lo que quiero, tiempo, mucho tiempo, y me desesperaría no tenerlo. Así que durante tantos días de estancia, había que buscar el lado bueno, todas las pruebas rutinarias del embarazo y analíticas me las hacían allí, incluso el horroso test de O’Sullivan, que es la curva del azúcar, acostada en mi habitación con vistas al mar.
También me hacían ecos rutinarias en la planta, pero ese ecógrafo no tenía buena definición y me decían que pronto me llevarían al “bueno”, que es el que se encuentra en la 2ª planta de escuela de enfermería del HUNSC, donde está la Consulta de Patología Obstétrica (CEPO) que es donde antes del ingreso llevaba el control de mi embarazo de alto riesgo al ser gemelar. Yo tenía ganas de ir, pero me quedaba bastante tranquila con escucharles el corazón y saber que estaban bien.
Entre visita y visita
Y entre visita y visita, un día llega mi tía y me dice que como vamos a llamar a los niños. Eduardo estaba claro desde el principio pero el otro… aún no lo teníamos claro. Mi marido decía que si Leo, Leonardo, Roberto, Enrique, etc., pero no me llegaba a convencer ninguno. Yo quería Daniel pero a él no le gustaba. Entonces llega mi tía y dice ‘pues Alejandro como el padre y ya está’.
El siempre había soñado con una niña que llamaría Alejandra, por eso no quería usar ese nombre, pero después de lo que estábamos pasando yo tenía claro que no iba a tener más embarazos 🙄 y esa tarde fue la que cada uno tuvo su nombre: Eduardo y Alejandro.